Julián llegó a la corporación para integrarse al
equipo de contabilidad. Ocuparía la posición de supervisor de costos ya que
Tavo, el último en el puesto, sufrió un accidente inexplicable en las propias
instalaciones de la empresa.
Su equipo estaba conformado por otras tres personas,
dos chicas y un chico. Eran conocidos como el trío maldito, a simple vista y en
lo individual cada uno parecía simpático,
incluso se podría tener excelentes tertulias
en su compañía, aunque siempre prevalecía cierta tensión en el ambiente.
Pasados tres meses en los cuales Julián se destacó por
su capacidad, los compañeros se reunieron para celebrar su nombramiento; al día
siguiente sería su cumpleaños. Una vez terminada la algarabía de aquel momento, todos, excepto el trío, se retiraron a
sus cubículos. Le regalaron a Julián un artefacto extraño,
Llegadas las doce tomó el objeto, posó su mirada sobre
el ocular y se sintió hipnotizado con el desfile de imágenes que transcurrían
ante sus ojos conforme giraba el artefacto. Minutos más tarde lo encontraron en
su habitación en medio de un ataque epiléptico, con los ojos desorbitados y
soltando espuma por la boca.
Tres años después, Julián sigue postrado en una silla
de ruedas con la mirada perdida. Si miras fijamente en sus pupilas casi puedes
ver las imágenes geométricas cambiando una a una, de forma a forma, de color a
color.