Texto de horror por Michelle Arantza Barrientos Lopez





Julián llegó a la corporación para integrarse al equipo de contabilidad. Ocuparía la posición de supervisor de costos ya que Tavo, el último en el puesto, sufrió un accidente inexplicable en las propias instalaciones de la empresa.
Su equipo estaba conformado por otras tres personas, dos chicas y un chico. Eran conocidos como el trío maldito, a simple vista y en lo individual cada uno parecía simpático, incluso se podría tener excelentes tertulias en su compañía, aunque siempre prevalecía cierta tensión en el ambiente.
Pasados tres meses en los cuales Julián se destacó por su capacidad, los compañeros se reunieron para celebrar su nombramiento; al día siguiente sería su cumpleaños. Una vez terminada la algarabía de aquel momento, todos, excepto el trío, se retiraron a sus cubículos. Le regalaron a Julián un artefacto extraño,
pero que sin duda lo maravilló aun antes de descubrir qué era. A simple vista se trataba de un tubo pesado, grabado con mapas. Cuando estaba a punto de inspeccionarlo, una de las chicas lo detuvo para indicarle que se trataba de un caleidoscopio a través del cual se veían objetos y formas de colores. Debía mirar por el círculo transparente justo a las doce iniciando el día de su cumpleaños. Julián nunca había visto uno, según le explicaron, el caleidoscopio le permitiría visualizar imágenes preciosas.
Llegadas las doce tomó el objeto, posó su mirada sobre el ocular y se sintió hipnotizado con el desfile de imágenes que transcurrían ante sus ojos conforme giraba el artefacto. Minutos más tarde lo encontraron en su habitación en medio de un ataque epiléptico, con los ojos desorbitados y soltando espuma por la boca.
Tres años después, Julián sigue postrado en una silla de ruedas con la mirada perdida. Si miras fijamente en sus pupilas casi puedes ver las imágenes geométricas cambiando una a una, de forma a forma, de color a color.

 

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