Tenemos un latido por Sofía Cárdenas Lépine

 


 

            Tenemos un latido, escuchas y te aferras a esa frase, retumba en tu cabeza: tenemos un latido.

Santamaríamadredediosruegaseñorapornosotroslospecadoresahorayenlahoradenuestramuerteamén. Cierras los ojos y regresas al momento que te puso ahí: tengo un mareo muy fuerte, la presión baja, latidos lentos, doctor, exámenes, preguntas, hospital. Tenemos un latido, dijo unos de los médicos que llegó corriendo al escuchar tus gritos y la alarma del código rojo. Tenemos un latido, escuchas pero no ves ya nada, te sacaron del cuarto y corrieron las cortinas, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho.

Recuerdos e imágenes se agolpan en tu cerebro: vestido de novia, boda, hijos, viajes, risas, disgustos, tus cuarenta, sus sesenta, carretera, lugares, caricias, nietos, palabras, canciones, tequila, miedo. Tenemos un latido, repites y rezas.

Apenas ayer se bajaron corriendo del auto, llovía y no había paraguas. Risas, café, olor a libros y alegría, recorrieron la librería hablando intrascendencias, cuando salieron ya no llovía.

Tenemos un latido, escuchas desde algún lado, lejos, mucho. Percibes movimiento y agitación cerca tuyo, ruidos y prisas, adrenalina. Pero no ves nada, está oscuro, sólo ruido. Sientes pasar un tubo por tu boca, tu tráquea, tu esófago. Respiras. Golpes y compresiones en el pecho: uno, dos tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Tenemos un latido, escuchas. Lo último que recuerdas es su cara y su voz gritando tu nombre, tocando tu cara, lágrimas. Imágenes agolpándose en tu cabeza, memorias: boda, hijos, viajes, risas, disgustos, sus cuarenta, tus sesenta, carretera, lugares, caricias, nietos, palabras, canciones, tequila, miedo.

Intentas recordar qué fue lo que te trajo a este momento: dolor de pecho, mareo, no siento las piernas, dijiste. Presión baja, latidos lentos, doctor, exámenes, preguntas, hospital. Iban a darte de alta, ¿qué sucedió? Estábamos felices, alta en pocas horas, dijo el doctor. Sonrisas, alivio, alegría de todos. La imagen de su rostro frente a ti, gritando tu nombre, su mano tocando tu cara se va haciendo lejana, pequeña.

Apenas ayer salíamos de esa librería a la que entramos corriendo porque llovía y no había paraguas, libro y café en la mano. Subimos al carro y hablamos intrascendencias en el camino, planeamos el próximo viaje, en dos semanas.

Ah, cómo amábamos los viajes por carretera, conducir de día, parar desde la tarde y visitar los sitios que quedaban en el camino. Tendríamos uno en dos semanas, recuerdo. No quiero perderlo. Tenemos un latido, se oye a lo lejos, Diostesalvemariallenaeresdegraciaelseñorescontigobenditaeresentretodaslasmujeresybenditoeselfrutodetuvientrejesús.

Tenemos un latido, escuchas, meten agujas en tu pecho, muchas. Vuelven las compresiones, uno, dos, tres, cuatro, cinco seis, siete ocho. Sientes varias descargas eléctricas sobre ti. Todo da vueltas y sientes que flotas, te vas alejando y te dejas llevar, no más compresiones, no más agujas, no más ruido, sólo la imagen de su cara y el tacto de su mano sobre tu rostro, lágrimas.

 

                                                                      

                                                                                  

 

 

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