Paulina por Daniela Martín del Campo

 


                                                                                              

Querido diario, hoy estoy muy contenta de tener a Paulina conmigo, ella es mi mejor amiga. Tú bien sabes que me acompaña en todo momento desde hace diez meses. Pasamos muy buenos momentos juntas, me entiende a la perfección y tiene las ideas más divertidas de todas. Mi madre siempre asegura que ella es mi amiga imaginaria, pero no entiendo por qué lo dice si yo la veo perfectamente, la siento y también la oigo. ¿Será acaso que pretende no verla porque no le agrada?

¡Hola de nuevo, diario! Te cuento que estoy enojada. Es desgastante ser la réferi entre mi madre y Paulina. Mi madre siempre menciona que las ideas de Paulina son demasiado rebuscadas, “dile a tu amiga Paulina que no es buena idea irse de campamento a solas con José” y por otro lado Paulina: “no es justo quedarnos en casa mientras los demás se divierten, ya somos lo suficientemente grandes para cuidarnos solas”. Y de nuevo mi madre se hace de oídos sordos a su voz y soy yo la que tiene que repetir lo que Paulina acaba de mencionar. Lo más desesperante es que Paulina no se defiende por sí misma, soy yo la que debe justificar las ideas y planes que tenemos.

Diario, al parecer mi madre no es la única que no ve a Paulina. Mónica y los otros chicos de la prepa se burlan de mí constantemente, dicen que ella es imaginaria, que necesito crearme amigos porque ellos prefieren excluirme, porque soy la rara. Yo creo que en realidad me envidian por tener una amiga tan increíble como ella; los raros son ellos. Paulina me tranquiliza siempre diciendo que los ignore, que no los necesitamos para divertirnos. Y es cierto, ¡no los necesito, que se jodan todos!

De nuevo yo, diario querido. Las cosas van de mal en peor. Mi madre me llevó al médico hace dos días. En la consulta, el médico me hacía preguntas raras como, ¿sientes que no vales nada? O, ¿te sientes deprimida?... A todas contesté que no, porque me siento muy bien. Lo extraño comenzó cuando me preguntó si tenía amigos muy cercanos a mí. Yo respondí que sí, que Paulina siempre estaba a mi lado, que de hecho ese día iba conmigo a la consulta.  El médico mintió diciendo que no la veía, que le platicara más sobre ella y así lo hice. ¿Cómo se atreven todos a fingir que no la ven, por Dios, y más aun, delante de ella?

Diario, mi único amigo. Hoy me encuentro fatal. En realidad, hace varios días que estoy así, deprimida. Paulina me abandonó, ya no está conmigo. Estoy molesta con ella. Ni siquiera se despidió de mí, no me pudo dedicar ni dos minutos para explicarme por qué se iba. No la puedo perdonar, ahora estoy sola, muy sola. Lo único que hace que me sienta mejor son los “dulces” de muchos colores que me da mi madre todos los días a la misma hora. Yo la llamo la hora feliz.

 

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