Espero
mi cita de las 11, probablemente una pareja adinerada deseosa de lo mejor que
el dinero pueda comprar. Reviso la presentación en el iPad para ponerme al
tanto de los precios, no sé cómo los calculan, pero cambian más rápido que lo que
dura un parpadeo. El paquete BASIC1 que incluye 30 perfiles de ADN y 1
modificación CRISPR, ya está en 100 mil dólares. Me alegra que sea en dólares ya que mi
comisión es el 3%, pero lo mejor es que mientras el dinero no sea un límite puedo
convencerlos de que con mayor cantidad de perfiles y mayor número de
modificaciones pueden obtener el hijo que siempre desearon.
La
puerta se abre, entra una señora delgada y operada hasta las pestañas, me
parece familiar, le doy la mejor sonrisa fingida que puedo, me sorprende su
acompañante, un pequeño de unos 7 años, no levanta la cabeza de la tableta, se
sienta mecánicamente y sigue en su juego.
—Buenos
días señora Garza, ¿en qué puedo servirle? —Le digo de la forma más amable —¿Puedo
ofrecerle un vaso de agua?
—Hace
8 años vine confiando en sus promesas, sin embargo, el producto que recibí no
cumple con las expectativas y deseo regresarlo.
—Voy
a revisar los documentos que llenó, podría poner su pulgar en el lector para
tener acceso a su archivo.
Esta
cita es muy extraña y más extraño el niño.
—Listo,
tengo acceso a su archivo. Veo que adquirió el paquete ADVANCE5, y dentro de
las modificaciones CRISPR ordenó: aumento de inteligencia, concentración
puntual, altura, entre otros, y hace 3 meses se hizo el seguimiento, en los
resultados muestra que su cociente intelectual es de 158, habilidad
sobresaliente para resolver problemas en ambiente de estrés, niveles de hormona
de crecimiento ligeramente altos, y su altura era 132 cm. supongo que ha
crecido un poco desde entonces así que es más alto que un niño promedio de su
edad. No entiendo cuales expectativas no cumple.
—Hace
8 años usted me atendió y me prometió tener el hijo de mis sueños. Y éste no
es, no hay ninguna empatía en él, no es capaz de tener ninguna muestra de
afecto. Sabe, soy abogada en derecho mercantil y en el contrato no dice nada de
que no se pueda devolver el producto.
—Permítame
un momento, voy a buscar al abogado de la empresa, creo que es algo que debería
de tratar con él.
—Probablemente
tenga razón, pero el motivo por la que la busqué a usted es para que sepa que
no es capaz de “hacer” el hijo ideal solo con modificaciones genéticas.
Las
puertas se abren cuando me acerco, al salir un escalofrió me recorre el cuerpo,
esta señora está loca ¿Por qué piensa que puede devolver a su hijo? Busco al
abogado, me dice que podrá reunirse con nosotras en 10 minutos, regreso a la
sala, se abre la puerta y veo a la señora Garza acostada sobre el escritorio,
sangre goteando al piso como una llovizna de primavera. Sin levantar la mirada
el pequeño me dice:
—Madre
dice que tú eres quien me diseñó, deseaba que me relacionara con los demás,
pero son tan aburridos e inútiles, ella decía que sentía miedo de mí, pero no
entiendo la razón. Cuando nos dejaste empezó a llorar, me molestaba y tuve que
callarla.
Yo
no diseñé un pequeño asesino, sólo cumplí mi trabajo. ¿Por qué no puedo sacarme
de la cabeza al profesor de ética diciendo que los humanos tenemos el poder de
modificar el ADN, pero no sabemos las consecuencias ni adónde queremos
dirigirnos?
Salgo
lentamente de la habitación, camino como zombi hasta la entrada de la empresa,
le aviso al guardia la situación y que le comente a mi jefe que necesitaré unos
días de descanso, no mejor que le diga que renuncio.