Gracias
Dios por la vida de René. Gracias porque en tu infinita gracia nos concediste
el anhelo de nuestro corazón. Gracias por el tiempo que nos prestaste a este
pequeño, fue un regalo maravilloso.
Mamá,
inicia sus oraciones; papá suelta un poco el abrazo en el que nos sujeta a los
tres. Sé que lloran aunque no veo sus rostros. René duerme sin dolor y por fin
puedo besar su frente. Un minuto del más triste silencio. Las máquinas reanudan
sus sonidos. Los ojos de René se abren un poco de nuevo y su respiración suena
entrecortada. Aunque sé que es él, ya no se parece a mi hermano; sus mejillas
huecas y sus labios grises... Nunca me permitían entrar al hospital, hasta hoy.
Estoy enojada con Dios, tengo mucho tiempo sin jugar con mi hermanito y se lo
llevará. ¿Por qué lo hace, si René llegó junto con los regalos de Santa en
navidad? De camino Papá me dice "Es un día especial, hoy tu hermanito
se irá al cielo, es su despedida". Nos estacionamos en casa de la abuela,
él toca el timbre y regresa al hospital cuando la abuela me abre la puerta.
La
casa de la abuela es fría y aburrida. Solo veníamos los domingos, la abuela
cocinaba picadillo, arroz y frijolitos; René dejaba en un lado de mi plato sus
pedacitos de papa porque sabía que a mí me gustaban. Papá hacía rollito su
tortilla y nosotros lo imitábamos. Ahora estoy aquí todo el tiempo y en la
cocina solo hay sopa de estrellitas. La abuela abre la puerta del jardín todos
los días, después de comer, con la esperanza de que salga a divertirme. No es
lo mismo sin René que lleva semanas atrapado en el hospital. Cada mañana me
acuesto en la cama deseando que cuando despierte, René estará aquí también para
escuchar un cuento.
Una
noche, antes de dormir con la pijama morada que no me gusta pero que es la que
mamá metió en mi maleta, escucho un carro estacionándose afuera. La abuela y yo
corremos para abrir la puerta. Es mamá que se baja a recogerme mientras papá y
René están en el auto. Mi hermanito está enfermo y por eso no bajan todos.
Cuando subo al auto pienso que está fingiendo, sus labios se ven rosas como
siempre y sus mejillas bien llenas. Papá conduce a casa y no al hospital. Estoy
muy asustada, René vomita sangre sin parar, solo jugábamos, como siempre.
Pasamos un día agradable jugando los cuatro. Por la mañana mamá prepara hot
cakes con fresas, mis favoritos. Con cada bocado René recupera su sonrisa. Papá
nos manda a dormir cuando ve los primeros rayos de sol. Duermo tranquila
sabiendo que René está en la cama de enseguida y despierto feliz cuando mamá
nos lee un cuento de buenas noches.
René juega conmigo en las tardes. A veces peleamos, otras lloramos, pero siempre son más risas. Es mi hermano pequeño al que apenas puedo cargar. Nos hacemos cosquillas, corremos por el jardín, vamos a la escuela. Cada día se le olvidan más letras y yo olvido cómo hacer sumas. Pasamos de jugar en los columpios y aventarnos la pelota, a montar bloques en su tapete de colores donde todo es suave y seguro. Un día ya no sabe decir mi nombre y yo no puedo abrocharme las agujetas.
René
llora todas las noches y no me deja dormir. Papá y Mamá se turnan: lo acuestan,
lo arrullan, le cambian el pañal, le dan palmaditas en la espalda, le dan
biberón. Yo me asomo por la puerta comprobando que mi hermanito está bien.
Mientras mamá arrulla contra su pecho a René, Papá me lleva a mi cama, me besa
la frente, me arropa y vuelvo a dormir.
Por
las tardes me acerco a la cuna del bebé, mientras mamá prepara comida. Duerme
muy tranquilo, sus manitas son cada día más pequeñas y su carita se va pintando
roja. Es mi hermanito, el que tanto pedí para navidad. En el kínder mis
amiguitos regresaron contentos de las vacaciones porque Santa les trajo
juguetes y perritos, tal y como pidieron. Yo les conté feliz, que recibí dos
regalos: la muñeca Lily que le pedí en la carta de esta navidad y el hermanito
que pedí en las navidades pasadas.
Mi
abuela me espera sentada en la sala. Papá y Mamá han ido al hospital a recibir
al bebé. El papel de regalo envuelve de nuevo a la muñeca Lily. Es navidad, los
regalos de Santa están bajo el árbol. Subo las escaleras, estoy en mi cama, me
tapo hasta arriba con mi cobija de renos, el sueño me invade y duermo. Sueño
con mi hermanito que nacerá pronto, lo pedí desde la navidad pasada. Yo escogí
su nombre, como mi personaje favorito: la rana René.
La
panza de mamá está enorme, a punto de reventar. Trato de ser más tranquila
porque tenemos que cuidar al bebé. A veces pone mi mano sobre su panza y siento
su corazoncito. Ya quiero que nazca. Estoy emocionada pronto tendré con quién
jugar. Su cuna está en el cuarto de mis padres, últimamente le compran
demasiadas cosas y eso que aún no nace. Ya nada es para mí. Los nuevos
juguetes, los arreglos de la casa, las vacaciones... todo es para el nuevo
bebé. No debí pedírselo a Santa.
La
cuna y los juguetes de bebé marchan a la tienda. La tele vuelve a su sitio en
el cuarto de mis papás. También regresa la energía de mamá, su panza se encoge
y juega conmigo de nuevo. Corremos en el jardín, brincamos en el trampolín,
tomamos el té, somos felices solo ella y yo. Pasa mi cumpleaños, cerca de la
primavera, y ella decora todo como una fiesta de princesas. Papá es el rey,
mamá la reina y yo la princesa.
Es
navidad otra vez. Nosotros tres, junto al árbol. Jugamos con mi perrito de
peluche y las muñecas que me trajo Santa. Jugamos tanto hasta que están de
nuevo en su empaque. Envolvemos los regalos de Santa. Mamá recoge los platos
del desayuno. Papá sirve el recalentado. Yo no tengo mucha hambre, quisiera
abrir ya mis regalos. ¿Qué me habrá traído Santa, será lo que pedí?
Aprovecho
mis cartas a Santa Claus para pedir un hermanito. Mamá ora todas las noches
pidiéndolo y creo que Dios ha estado muy ocupado. Mamá, hincada a los pies de
su cama ora todas las noches. "Padre celestial, gracias Dios por
mi amado esposo, gracias Dios por mi amada hija, me hacen muy feliz. Por tu
gracia y misericordia, te pido que escuches el anhelo de mi corazón y me
concedas la dicha de cargar otro bebé, un hermanito para Ana. Por favor,
escucha mi oración...". Luego se levanta y regresa a mi habitación,
enciende la luz, me lee un cuento...
Quiero
un perrito para navidad, tal como pidieron a Santa todos mis compañeritos. No
puedo esperar a escribir mi carta también. Apenas hoy me enteré que Santa Claus
deja regalos en navidad a los niños que se portaron bien todo el año. Había una
bolita de niños emocionados cuando regresé al kínder, hablaban de un tal Santa
Claus. Nunca he escuchado ese nombre, en casa nunca lo han mencionado.