El
Hada, mi madrina, ha transformado mi vestido de harapos en un bello diseño de
Saint Laurent, con bordados extravagantes sobre una tela muy fina y con clase.
Clase… es justo lo que le falta a las hijas de mi padre. Mi resentimiento no es
únicamente porque su gordura y fealdad las haga parecer más corrientes, sino
que han heredado todo lo que a mí correspondía por el ventajoso matrimonio que
su mamá planeó y por el que resulté despojada.
Si las cosas hubieran sido diferentes, ¿podría haber resultado mejor?
Mi primera hipótesis es que, si mi
madre no hubiera muerto, me habrían consentido tanto que tal vez yo sería la
gorda y respondona malcriada hija del rico del pueblo. Los demás me envidiarían
como ahora yo envidio a ese par de arpías. Por otra parte, ellas no existirían.
Y si hubieran nacido, sería por una infame infidelidad de mi padre. De todos modos,
yo estaría aún más amargada porque todo lo mío hubiera sido dividido en tres y,
además, difícilmente dejaría de ser gorda y el príncipe no se fijaría en mí. A
menos que mi madrina en vez de entregarme un bello ajuar para conocer al príncipe,
me hubiera regalado una liposucción o una operación de bypass gástrico, lo cual
hubiera sido genial.
Otra opción probable, hubiera sido que la revuelta social
que se inició al llegar al poder el lunático que todo promete y nada cumple,
hubiera dejado en bancarrota a mi familia y que ni yo, ni mis hermanastras
hubiéramos heredado un solo peso. Entonces hasta mi madrina, el hada, se
hubiera olvidado de mí por atender sus propias necesidades. Así, por la crisis,
ni el mismo palacio hubiera invitado a las jóvenes casaderas a un baile para
conocer al príncipe. Mi resentimiento hubiera sido aún mayor porque no habría tenido
la más remota posibilidad de salir de este muladar en que vivo.
Como una tercera probabilidad, ¿qué habría
pasado si mi Hada Madrina, aprovechándose de la muerte de mi madre, hubiera
engatusado a mi papá? Ahora ella tendría dos hijas a quienes daría los lujos
que me está otorgando a mí. Entonces sí que hubiera puesto todos sus recursos
para desplazarme y destruirme, haciendo lucir bellas y finas a sus hijas y a mí
como una Medusa con los pelos tan enredados como serpientes y unos harapos malolientes
de los que el mismo príncipe hubiera huido despavorido, al tenerme cerca.
La posibilidad que más escalofríos me produce es saber
que a las doce de la noche el encanto acabará: la méndiga de mi madrina
únicamente me quiere dar una probadita de lo que se siente ser una bella y
elegante princesa, pero en el fondo ella pretende usar su magia para hacerse
bella y jovencita de nuevo. Tengo que atrapar al riquillo ese del príncipe en
cuanto llegue al baile, para que cuando el hechizo termine, ya esté prendado de
mí.
La verdad es que lo que parece un
sueño hecho realidad es una lucha entre clases sociales. La desigualdad entre
los nobles y “la plebe” me provoca resentimiento y el deseo de tomar revancha
por lo sufrido. Perseveraré. Voy camino al palacio.