Fantasías por Noemí Alejandra Naranjo Gaspar

 




 

Dar una imagen respetable y virginal, no utilizar ropa llamativa ni nada que pueda provocar bajos instintos, sólo caminar y evitar que los pliegues de mi falda pierdan su gracia. Caminar agarrados de la mano y mirarnos. ¿Qué sentirán esas mujeres que pueden y hacen lo que desean? ¿Tendrán algún tipo de resaca moral? No hay forma en que yo pueda hacer lo mismo que ellas, aún tengo grilletes que me atan a la vacua e hipócrita moralidad social. Dar una imagen respetable y virginal, no hacerla desaparecer solo porque algo dentro de mí quiere experimentar, tengo que seguir el camino de la virtud, no sucumbir ante mis pensamientos impuros, no debo de decepcionar la gracia de la Virgen María.

Sin embargo, no puedo evitarlo, ahí estás de nuevo con tu sonrisa y esa mirada que incita a conocer tus pecados y hasta  inventar los propios. Tu voz taladra mis oídos, aunque las palabras sean tan sólo un insignificante “Buenos días”; no sabes cómo me gustaría escuchar salir de tus labios obscenidades y hasta una que otra blasfemia. Pero, yo debo de seguir con mi porte, la moral no debe de sucumbir y desaparecer, tengo que seguir pura y virginal, debo vencer mis pensamientos. Vuelves a mirarme, no sé ya te hayas dado cuenta de las ganas que tengo, ¡joder, si te traigo ganas! Quiero besar tu pecho mientras bajo lentamente por tu estómago, llegar a tu vientre y sentir tu hombría con una de mis manos y, poco a poco, introducir tu pene en mi boca. Quiero que me tengas acorralada mientras mi lengua degusta de tu sabor y quiero recibir de ti el mismo placer que yo te doy. La gracia de la Virgen María no debe de ser mancillada y ese es el ejemplo que yo debo de transitar y de respetar, ser pura y virginal, alejar los pensamientos impuros y no ser tentada por el demonio. Quiero que me poseas, que me hagas tuya de las formas que quieras mientras siento tus labios tus dedos... ya no soporto un día, necesito sentirte dentro de mí. Virginal, esa palabra nunca debe de decirse en vano, debe de vivirse puramente y hacerla crecer como lo haría la Virgen María. Anhelo tanto que me tomes, que estés dentro de mí, saciar nuestro deseo y nuestra lujuria, quiero que me hagas gemir de placer, que cada vez que te pida más me embistas con fuerza, que me cojas duro, que veas mi cara de placer frente a la tuya, quiero que me escuches gemir tu nombre. Sepulcral y pura, así es como debió de ser la vida de la Virgen María, recta y pura hasta el día de su muerte, así también debo de ser yo, virginal y sin mancillar. Quiero que me mires, que observes lo que me provocas con cada roce de tus manos en mi cuerpo desnudo, te quiero sentir y que me hagas sentir el placer de la perfecta sumisión, que al verme tuya y sumisa te sepas mi amo, mi hombre, y sólo tal vez mi amor. Una mirada cristalina sin rastros de demonios ni de falsas morales disfrazadas de rosarios, virginal y pura es lo que he decidido ser, no hay forma en que yo pueda ser infiel a la promesa marchita. Quiero que llenes mi lengua y mis labios de tu semen.

“Las gracias y evocaciones de un cuerpo puro y sin deseos carnales de ningún tipo es lo que alimenta y vitaliza el alma”, son las palabras que salen de tus gruesos labios, aunque en el fondo me gustaría escucharte decir cerca de mi oreja mientras me despojas de mi ropa: “Quiero cogerte duro, meterme entre tus piernas, sentir  tu humedad mientras me hundo más y más en ti. Jalar de tu cabello mientras te pongo en cuatro y rompo sin aparcamientos tu culo”. Sí, esas palabras son las que me gustaría escuchar en este preciso momento.

Virginal y con semblante de delicadeza, no atraer pensamientos ruines que envenenan y pudren el alma, sólo vivir en gracia y pura como nuestra madre santa nos ha dado ejemplo, no permitir que el demonio de la lujuria entre en nuestra mente y nos haga creer que la carne necesita de otra carne para regocijarse en paraísos falsos y perdidos. Quiero que me arranques mi ropa, que me desnudes enfrente de estas mujeres mojigatas, que sus ojos y mentes nunca olviden tu hombría, entrar en un templo inexplorado, que mis labios exijan tu blanco elixir y no me lo niegues, al contrario, quiero que hasta mi garganta conozca el sabor de tus eyaculaciones. Santa y pura como la Virgen María, tener una imagen respetable y virginal, no utilizar ropa llamativa ni nada que pueda provocar bajos instintos, solo caminar y evitar que los pliegues de mi falda pierdan su gracia.

 

Un día más y la gracia, pureza y pensamientos sanos han inundado nuevamente mi corazón, no hay forma en que pueda ser manchado con impurezas y defecado con falsos arrepentimientos morales. Así es como una mujer debe de ser, no sucumbir ante la debilidad de la carne. Hoy no te he visto, hoy no he sido capaz de dejar que mi imaginación se haga una con tu olor, con tu respiración. Como una flor que necesita ser cuidada y regada, así debe de ser nuestro cuidado, no entregarnos a nadie y seguir el ejemplo de le Virgen María. Encontrar a alguien que quiera ofrecer y recibir lo mismo que yo, que me tome de la cintura y se pierda en mis senos, respirar cerca de su cuello y abrirle lentamente mis piernas para permitirle jugar con mi sexo, me encantaría y en el fondo de esta alma que ya no posee salvación, me encantaría que fueras tú. ¡Sí, tú! El hombre que todas las mañanas veo entrar a este templo y sonríe de forma tan pícara que me provoca mojar mis pantaletas. Virgen María he de seguir tu ejemplo y seré pura y santa como tú lo fuiste en el pasado. ¡Y ahí estás! Estás ahí sonriendo como si el mundo te perteneciera, cómo quisiera acercarme a ti desnudarnos mutuamente y cumplir nuestras fantasías más enfermas, es una lástima que te consagraras a Dios. Dar una imagen respetable y virginal, no utilizar ropa llamativa ni nada que pueda provocar bajos instintos, sólo caminar y evitar que los pliegues de mi falda pierdan su gracia. Pura y santa como la Virgen María.

 

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