Escucho un aplauso ensordecedor por mi actuación. La ovación
del público en pie. Siento una angustiosa urgencia de salir de ahí. Veo
acercarse sonriente al gobernador con un gran ramo de flores blancas.
Presiento que él ya se fue, pero no estoy segura. Lo busco con la mirada
desesperada y no logro verlo. Sólo escucho elogios a mi voz y a la maravillosa
selección de temas. Se encienden las luces del teatro, un lugar que ha sido mi
refugio. Un majestuoso espacio sostenido
por decenas de columnas doradas y engalanado con terciopelo rojo. Y yo sigo
atrapada por los aplausos, los "vivas" los elogios.
Debo alcanzarlo o
al menos pedir ayuda. Ahí estaba con la pistola amenazándome mientras yo
entonaba "Non mi dir". Presiento que sólo era una advertencia... pero
podría estar detrás de mi. O ya cerca de mi hijo en el camerino. Estoy
paralizada. Apenas puedo agradecer. Miro a mi alrededor y las luces cegadoras
de los reflectores en mi rostro me causan un temor indecible. Se pide un aplauso
para la orquesta. Los músicos sonrientes se levantan recibiendo agradecidos un
reconocimiento a su actuación. Parece
que nunca terminará este momento glorioso.
Estoy segura de
haber escuchado un disparo entre el público frente a mí. Siento que las fuerzas
me faltan y que nadie me presta atención, sino que la emoción los invade y la
ovación ya no es para mí sino una reacción estimulante en sí misma que por
contagio se transmite y yo quedo sola con mi terror frente a ellos.
Otro disparo...
Nadie se ha dado
cuenta, pero yo corro. todos desconcertados piensan que es parte del
espectáculo. Corro por los angostos pasillos del teatro y oigo voces a lo
lejos. Con determinación me dirijo hacia mi camerino buscando desesperadamente
a mi pequeño hijo. Abro la puerta y no lo veo. No puedo respirar. Detrás de mi,
pasos, gritos y una vocecita cantando Pimpón detrás del biombo. ¡Es él!
Yo, exhausta lo
abrazo desesperadamente agradecida por que lo tengo conmigo, pero al mismo
tiempo deseo desaparecer con él para que nadie nos pueda hacer daño. Tenemos
que huir de inmediato y en mi gozo por tenerlo conmigo escucho una temible voz
gritando mi nombre. El tiempo estático me amenaza al igual que su presencia a
sólo unos pasos. En el momento en que arrebata de mis brazos a mi niño, el
público sigue pidiendo que regrese… otro
disparo.
Ahora es él quien
permanece en el suelo y yo sólo abrazo al hijo que él engendró. Me parece que
los guardias lo sujetan y milagrosamente yo ahora me siento más segura. Veo
cómo él se retuerce en su propia maldad. Ya no podrá dañarnos. Me llaman de
regreso al escenario pues mi querido público quiere volver a escuchar mi voz y
piden otra canción.