El aplauso por Laura Celis




Escucho un aplauso ensordecedor por mi actuación.  La ovación del público en pie. Siento una angustiosa urgencia de salir de ahí. Veo acercarse sonriente al gobernador con un gran ramo de flores blancas.  Presiento que él ya se fue, pero no estoy segura. Lo busco con la mirada desesperada y no logro verlo. Sólo escucho elogios a mi voz y a la maravillosa selección de temas. Se encienden las luces del teatro, un lugar que ha sido mi refugio. Un majestuoso espacio  sostenido por decenas de columnas doradas y engalanado con terciopelo rojo. Y yo sigo atrapada por los aplausos, los "vivas" los elogios.
            Debo alcanzarlo o al menos pedir ayuda. Ahí estaba con la pistola amenazándome mientras yo entonaba "Non mi dir". Presiento que sólo era una advertencia... pero podría estar detrás de mi. O ya cerca de mi hijo en el camerino. Estoy paralizada. Apenas puedo agradecer. Miro a mi alrededor y las luces cegadoras de los reflectores en mi rostro me causan un temor indecible. Se pide un aplauso para la orquesta. Los músicos sonrientes se levantan recibiendo agradecidos un reconocimiento a su actuación.  Parece que nunca terminará este momento glorioso.
            Estoy segura de haber escuchado un disparo entre el público frente a mí. Siento que las fuerzas me faltan y que nadie me presta atención, sino que la emoción los invade y la ovación ya no es para mí sino una reacción estimulante en sí misma que por contagio se transmite y yo quedo sola con mi terror frente a ellos.
Otro disparo...
            Nadie se ha dado cuenta, pero yo corro. todos desconcertados piensan que es parte del espectáculo. Corro por los angostos pasillos del teatro y oigo voces a lo lejos. Con determinación me dirijo hacia mi camerino buscando desesperadamente a mi pequeño hijo. Abro la puerta y no lo veo. No puedo respirar. Detrás de mi, pasos, gritos y una vocecita cantando Pimpón detrás del biombo. ¡Es él!
            Yo, exhausta lo abrazo desesperadamente agradecida por que lo tengo conmigo, pero al mismo tiempo deseo desaparecer con él para que nadie nos pueda hacer daño. Tenemos que huir de inmediato y en mi gozo por tenerlo conmigo escucho una temible voz gritando mi nombre. El tiempo estático me amenaza al igual que su presencia a sólo unos pasos. En el momento en que arrebata de mis brazos a mi niño, el público sigue pidiendo que regrese…  otro disparo.
            Ahora es él quien permanece en el suelo y yo sólo abrazo al hijo que él engendró. Me parece que los guardias lo sujetan y milagrosamente yo ahora me siento más segura. Veo cómo él se retuerce en su propia maldad. Ya no podrá dañarnos. Me llaman de regreso al escenario pues mi querido público quiere volver a escuchar mi voz y piden otra canción.

 

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