Enojada, busca redimirse de los
escombros del pasado que nunca es el mismo, de horas muertas que se ahogan en
el eco del silencio de su voz desvelada. Reniega del tiempo que no comprende,
pero que la está devorando. Grita a las paredes, patea su falso reflejo que cae
a pedazos y muerde los labios de su boca que blasfema. (No soporta que la quieran.) Insulta a la oscuridad que la abandona,
cuando sus venas se hinchan y arden, toda ella se enciende entre cuatro
fronteras imaginarias que se tambalean. (No
sabe que es vida, su belleza es un castigo insoportable, no comprende su luz…) Su
propio rostro es desconocido, la violenta susurrando imágenes pasadas de entre
rincones que perturban su sueño, que se duerme en sus pestañas, sueño sonámbulo
de día, caminante dormido que ella no alcanza, que no logra rescatarla de sí
misma. (¿Quién podrá reconocerla?) Adormecida
por la noche que la encandila, besa bocas extrañas que la nombran de mil
maneras. (¿Quién ha visto su verdadero
rostro?) Juega rabiosa a ser todas las mujeres y muda de nombres como de
zapatos cada noche. Se fuma a los hombres y camina desnuda de puntitas sobre
sus camas que se convierten en tumbas bajo lozas de sábanas mojadas, baila
sobre los cadáveres sonrientes que aún respiran, fantasmas complacidos que no
pueden contenerla y se vencen quemados ante su sexo; hombres que se les va la
vida de pupilas dilatadas en jadeos. Ya despojados los inofensivos, ven cómo la
silueta voluptuosa de la hembra se eclipsa con su sombra moribunda en el umbral
de una puerta, los ignora y se va desapareciendo por la mañana con una sonrisa recién
lavada…