La alarma suena a las 5:15 de la mañana, María
Elena se levanta y abre la regadera, vive en una casa vieja y toma cinco
minutos para que salga agua caliente. Se vuelve a recostar cinco minutos, a las
5:20 la alarma suena, se levanta y despierta a su hijo, el agua está lista para
el baño. Se pone unos pants y baja a la cocina, prepara el desayuno del
muchacho, parte fruta y deja el jugo listo para ella y su esposo. Lleva en auto
a su hijo a la parada del camión que queda como a tres kilómetros. Regresa a
las 6:30, se mete en las sábanas nuevamente por una hora más. La alarma suena a
las 7:30 de la mañana, se levanta, se viste y lleva a caminar a sus perros,
programa la alarma del reloj para regresarse a la media hora de donde ande. A
las 8:00 de la mañana la alarma suena y emprende su camino de regreso. Llega a
casa, les da de comer a los perros y toma un baño. A las 9:10 le abre a Santa, la persona del
aseo. Se termina de preparar para el día y antes de irse a la oficina, que está
en el patio trasero de su casa, pasa a la cocina, pone a cocer el pollo o las
verduras. Echa ropa a la lavadora. Pone la alarma a los treinta minutos para
que no se le olvide apagarle a las verduras. Suena la alarma y baja a apagar la
comida en preparación y de paso recoge la ropa de la lavadora y la sube a
tender a la azotea. Continúa trabajando otras tres horas, interrumpidas por el proveedor
del agua, el gas, la señora de las flores; algunas veces da una vuelta a la tienda
de abarrotes que queda a dos cuadras, para surtir faltantes para la comida del
día. A las 2:30 de la tarde, suena la alarma para recordarle que es hora de
empezar a preparar los alimentos. Se dirige a la cocina, prepara el pollo y
espera a que llegue la hora de recoger a su hijo a la parada del camión, por lo
que se asegura que la alarma de las 3:15 de la tarde esté lista para no olvidar
la hora de salida. La alarma suena a la hora programada. Se pone unos tenis y
sale de prisa llevándose a uno de los perros para que la acompañe a recoger a
su hijo, a seis cuadras de la casa. Espera acompañada de su perro, él llega a
las 3:35 de la tarde, se saludan y se regresan caminando y conversando a la
casa. A las 4:00 de la tarde comen juntos. Sube a la azotea a destender la
ropa. En el camino se topa con una popó de su perro, la limpia y lava el patio.
Toma una siesta de quince minutos y vuelve a su oficina para trabajar otras
cuatro horas, hasta que llega su esposo. Recibe a su esposo, le calienta la
comida y lo acompaña. Ven la televisión juntos o platican un rato. A las 10:30
de la noche, los lunes y martes se retira a dormir, mientras su esposo ve los
noticieros. Los miércoles, viernes, sábados y domingos se retiran juntos para
hacer el amor.
Los jueves sale a cenar con su amiga Carmen. Se citan invariablemente a las 9:00 de la noche. Como rutina, programa su alarma las 11:00, hora en que pide la cuenta para salir a su casa en quince minutos. Conversan de muchas cosas, pero, sobre todo, la escucha y la acompaña. Es amiga de María Elena, desde que están en la secundaria. Carmen no trabaja, tiene un esposo rico, una camioneta del año para siete pasajeros, viaja dos veces al año por periodos de quince días, a un mes. Entre semana, además del gimnasio, su tarea es recoger a los niños de la escuela cuando el chofer no puede pasar por ellos; los miércoles se agota porque juega un partido de tenis en el club. Carmen, aprovecha los jueves para desahogarse de lo complicada que es su vida, mientras María Elena se ríe de su forma de hablar, de cómo se burla de sus amigas del club, de cómo se queja de su esposo, de la casa y de las penas diarias de la vida.
María Elena, por la noche, les da de comer a los perros, plancha la ropa que usarán al otro día y acomoda en su lugar la recién lavada. Todos los días, excepto el jueves, se recuesta diez minutos con su hijo, platican mientras se queda dormido. Antes de acostarse ella se lava los dientes, se coloca su guarda en el paladar, se asegura que la alarma esté lista para despertarse a las 5:15, lee 15 minutos y a veces menos porque se queda dormida. Su alma está tranquila. Le gusta su vida.