Eran
las seis de la mañana cuando el gobernador abordó el avión de regreso al Estado
de México; sentado en su asiento habitual, tomó el periódico, aparecía en
primera plana nuevamente el escándalo de la niña, lo de Atenco, las manifestaciones.
Cerró el periódico de golpe y se lo arrojó a su secretario.
–¿Qué
no le pagaste a este Diario para que se enfocara en otras noticias?
–Sí,
Señor, esas noticias que publicaron son para desviar la atención de “el asunto
importante”.
–Es
un fastidio, no quiero dar declaraciones cuando aterricemos, prepara todo para
evitar a los periodistas.
Se
acomodó en el asiento y unos minutos después del despegue dormía profundamente.
Lo
despertó una fuerte sacudida, el capitán les pidió que se pusieran los
cinturones, el secretario temblaba tanto que no atinaba abrochar el cinturón, se
sintió de nuevo el bajón de altura, la sangre subió a su cabeza y un
involuntario grito de terror salió de su garganta. El secretario yacía inconsciente
por un golpe en la cabeza.
El
gobernador rezó, pero el avión descendía sin que la mano de Dios diera seña de
ayudarlo, entonces comenzó a gritar:
–¡Satanás,
Belcebú, Demonio, Gran Cuerno… ven te ofrezco mi alma!
El
zumbido de los oídos se detuvo, al igual que el descenso del avión, todo se
quedó congelado, el secretario suspendido, flotaba a punto de estrellarse con
una ventana, el gobernador escuchó una voz a su espalda.
–¡No
me gusta que me llamen Gran Cuerno! —en la cabina se sintió un aumento de
temperatura tan sofocante, que el gobernador
no pudo respirar por algunos segundos, un caballero atractivo y elegante se acomodó
en el asiento frente al gobernador.
–¡Señor,
gracias por venir a mi llamado! –dijo con dificultad cuando tomó aire.
–¿Qué
tienes tú para ofrecerme? ¡insignificante insecto!
–Mi
alma.
–Tu
alma ya la tengo… ¡eres político!, has engañado, corrompido, robado, has roto
los diez mandamientos y cometido los siete pecados capitales, por ti hasta
deberían enumerar otros dos —Satanás se sorprendió al ver que sonreía.
–¿Por
qué estás tan tranquilo? —dijo molesto el caballero, e hizo que el avión
descendiera un poco más.
–¡Idiota!
—gritó el gobernador al sentir la caída, el elegante caballero reía con maldad –Compré
una indulgencia plenaria, con un buen donativo que hice en la iglesia —dijo el
gobernador y la maliciosa risa del caballero se detuvo…
–¡Trabajo
en las almas por años, no es justo que puedan conseguir una indulgencia para
irse con la competencia! —luego de meditarlo por un momento recobró la compostura
y sonrió maliciosamente –, de acuerdo, te aclaro que ya no hay vuelta, tu alma
es mía sin importar lo que hagas, puedes ser un santo y aun así me pertenece. ¿Qué
quieres?
La
advertencia no le causó dudas.
–Quiero
los tres deseos habituales.
–Tres
deseos, debes estar loco, no vales tres deseos.
–Entonces
no hay trato.
El
avión volvió a descender.
–¡idiota
ya no hagas eso!
Satanás
emitió una carcajada que retumbó en todo su cuerpo.
–Serán
tres, sólo porque creo que tú me conseguirás más almas, continuando con tu
miserable existencia.
–Primero
quiero salvar mi vida, no quiero morir en este avión.
–Segundo,
quiero ser Presidente de mi País.
El
diablo tomaba nota en una pequeña libreta mientras sonreía.
–Y,
¿cuál es el último?
–Quiero
que la gente me recuerde como el presidente más… ¡Idiota! —dijo mientras el
avión descendía por tercera vez.
El
gobernador despertó de un salto cuándo estaban a punto de aterrizar. Le comentó
a su secretario que había tenido el sueño mas extraño de su vida, bajaron del
avión sin contratiempo y sacaron al gobernador Enrique P.N. en un coche
polarizado para evitar a los periodistas, pero a lo lejos alcanzó a escuchar
una risa que le estremeció el cuerpo.