La política del diablo por Nidia Caro López




Eran las seis de la mañana cuando el gobernador abordó el avión de regreso al Estado de México; sentado en su asiento habitual, tomó el periódico, aparecía en primera plana nuevamente el escándalo de la niña, lo de Atenco, las manifestaciones. Cerró el periódico de golpe y se lo arrojó a su secretario.

–¿Qué no le pagaste a este Diario para que se enfocara en otras noticias?
–Sí, Señor, esas noticias que publicaron son para desviar la atención de “el asunto importante”.
–Es un fastidio, no quiero dar declaraciones cuando aterricemos, prepara todo para evitar a los periodistas.

Se acomodó en el asiento y unos minutos después del despegue dormía profundamente.

Lo despertó una fuerte sacudida, el capitán les pidió que se pusieran los cinturones, el secretario temblaba tanto que no atinaba abrochar el cinturón, se sintió de nuevo el bajón de altura, la sangre subió a su cabeza y un involuntario grito de terror salió de su garganta. El secretario yacía inconsciente por un golpe en la cabeza.

El gobernador rezó, pero el avión descendía sin que la mano de Dios diera seña de ayudarlo, entonces comenzó a gritar:

–¡Satanás, Belcebú, Demonio, Gran Cuerno… ven te ofrezco mi alma!

El zumbido de los oídos se detuvo, al igual que el descenso del avión, todo se quedó congelado, el secretario suspendido, flotaba a punto de estrellarse con una ventana, el gobernador escuchó una voz a su espalda.

–¡No me gusta que me llamen Gran Cuerno! —en la cabina se sintió un aumento de temperatura tan sofocante,  que el gobernador no pudo respirar por algunos segundos, un caballero atractivo y elegante se acomodó en el asiento frente al gobernador.
–¡Señor, gracias por venir a mi llamado! –dijo con dificultad cuando tomó aire.
–¿Qué tienes tú para ofrecerme? ¡insignificante insecto!
–Mi alma.
–Tu alma ya la tengo… ¡eres político!, has engañado, corrompido, robado, has roto los diez mandamientos y cometido los siete pecados capitales, por ti hasta deberían enumerar otros dos —Satanás se sorprendió al ver que sonreía.
–¿Por qué estás tan tranquilo? —dijo molesto el caballero, e hizo que el avión descendiera un poco más.
–¡Idiota! —gritó el gobernador al sentir la caída, el elegante caballero reía con maldad –Compré una indulgencia plenaria, con un buen donativo que hice en la iglesia —dijo el gobernador y la maliciosa risa del caballero se detuvo…
–¡Trabajo en las almas por años, no es justo que puedan conseguir una indulgencia para irse con la competencia! —luego de meditarlo por un momento recobró la compostura y sonrió maliciosamente –, de acuerdo, te aclaro que ya no hay vuelta, tu alma es mía sin importar lo que hagas, puedes ser un santo y aun así me pertenece. ¿Qué quieres?

La advertencia no le causó dudas.

–Quiero los tres deseos habituales.
–Tres deseos, debes estar loco, no vales tres deseos.
–Entonces no hay trato.

El avión volvió a descender.

–¡idiota ya no hagas eso!

Satanás emitió una carcajada que retumbó en todo su cuerpo.

–Serán tres, sólo porque creo que tú me conseguirás más almas, continuando con tu miserable existencia.
–Primero quiero salvar mi vida, no quiero morir en este avión.
–Segundo, quiero ser Presidente de mi País.

El diablo tomaba nota en una pequeña libreta mientras sonreía.

–Y, ¿cuál es el último?
–Quiero que la gente me recuerde como el presidente más… ¡Idiota! —dijo mientras el avión descendía por tercera vez.

El gobernador despertó de un salto cuándo estaban a punto de aterrizar. Le comentó a su secretario que había tenido el sueño mas extraño de su vida, bajaron del avión sin contratiempo y sacaron al gobernador Enrique P.N. en un coche polarizado para evitar a los periodistas, pero a lo lejos alcanzó a escuchar una risa que le estremeció el cuerpo.  

 

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