Adrià Novell - Isabel Rivera



«Los seres humanos trataban de comportarse como seres humanos y no como engranajes de la máquina capitalista»
 (Homenaje a Cataluña: George Orwell)





Hoy es primero de octubre, he salido temprano de mi piso; me dirijo a la plaza de George Orwell, donde está instalada una casilla para el referéndum. En el camino, sobre el carrer de Cervantes, me encuentro sentado a mi vecino, el buen Oriol, está en paro y su mujer lo ha dejado, nunca tuvo hijos. Unos días antes me dijo que no iría a votar. Me acerco a él y le doy un golpe en la espalda con mi bastón.

—Votaría por la democracia aunque me costara la vida, mi hija se llamaba Kratia— le digo con la esperanza de que se ponga de pie.
—¡Tu hija! ¿No sabía que tenías una hija?
—La tuve, ahora tendría más o menos tu edad, ella y su madre murieron, cuando mi pequeña apenas tenía cuatro años, ese terroncito de miel era tan vulnerable—dije entre sollozos: mi voz se quebraba y mi garganta retenía un grito sepultado.
—Lo siento viejo, no lo sabía, ¿eso fue cuando vivías en México?
—Sí, mi esposa era mexicana, ¡a que eso tampoco lo sabías!
—¡Ostia tío! eres todo un cementerio de secretos.
—¡Venga ya, a votar!—levanto a Oriol para dirigirlo a las urnas.

Al dar la vuelta en el carrer de n’Arai observamos una emboscada de la guardia civil golpeando a los votantes y secuestrando las urnas. Siento un impulso eléctrico recorrer mis venas, sostengo mi bastón y por primera vez en casi 50 años comienzo a orar.

—Kratia, que pase algo que me lleve a ti.
—Rosa, que pase algo que me lleve a ti.
—Kratia, que pase algo que me lleve a ti.
—Rosa, que pase algo que me lleve a ti…

Abro mis ojos y me encuentro de nueva cuenta en aquel hospital de la cruz verde, en México, la radio está encendida, el locutor da la hora: una de la mañana del 3 de octubre de 1968.  A lo lejos veo venir una camilla con mi mujer y mi niña, se dirigen hacía una ambulancia que nos espera afuera. Mis piernas están paralizadas el miedo y la duda me invaden, se entretejen en mi cerebro  ¿es un sueño qué estoy reviviendo?  ¿La vida me ha regresado la oportunidad de verlas una vez más? Una médica se acerca a mí:

—¿Las quieres recuperar? ¡Ve tras ellas!, aún están con vida, es una nueva oportunidad.

Sin entender lo que está pasando abordo esa ambulancia, con mis amores que aún respiran, ellas están ahí, al igual que mi cabello y mi juventud, las arrugas se borraron; mi garganta recobró la fortaleza de su voz y mis huesos dejaron de doler.

Regresamos a la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, los enfermeros colocan a Kratia y a Rosa en el suelo.

—¡Pero qué mierda! ¿Por qué las dejáis ahí? ¿Qué no veis que se están muriendo?
—Tranquilo, sobrevivirán —uno de los enfermeros me toma del brazo para tranquilizarme y me muestra su reloj, 23:00 horas.

El universo se colapsa en una implosión, los disparos del último tiroteo regresan a sus armas, Kratia y Rosa se ponen de pie, mientras las balas abandonan su piel; la sangre en sus ropas se disuelve.

Las ambulancias salen en reversa y el sonido de las sirenas evoca el Invierno de Vivaldi, siento que mi piel se eriza y los escalofríos invaden cada centímetro de mi ser. El ejército custodia la plaza sin permitir el paso a ningún médico; todo mundo corre hacia atrás en cámara lenta, observo el reloj de mi brazo son las 20:15

La milicia se encuentra formando un cerco que dispara hacia el edificio Chihuahua, observo como las balas regresan a sus armas y provocan microimplosiones. A las 17:55 dos bengalas caen del cielo a la tierra, son pequeños meteoritos que se reincorporan a sus orígenes. La sangre y el miedo desaparecen de mi piel, Kratia y Rosa están ahí de pie, hermosas como siempre lo han sido.

Avisan por micrófono que la marcha programada para después del mitin se suspenderá,  y las personas se van, así como llegaron comienzan a desaparecer, poco a poco. Tomo de las manos a mis mujeres y salgo de La Plaza de las Tres culturas.

El día transcurre, pero esta vez el sol se dirige al oriente desde el poniente. Mi reloj marca las nueve de la mañana, salgo a cubrir la nota en la que Luis González de Alba se entrevista con los representantes del Presidente de la República en la casa del Rector de la UNAM.

Regreso a casa al alba y el rey astro se está ocultando de toda la hostilidad humana. Es el momento, lo sé porque la alborada y el crepúsculo tiñen de tornasol el cielo al mismo tiempo, ahora puedo cambiar las cosas.

—Rosa, despierta —susurro al oído de mi esposa.
—¿Qué pasa Adrià?
—Nos vamos con mi madre a España, ahora mismo.
—¿Estás loco?
—Amor, si de verdad me quieres y confías en mí, no me cuestiones nada, despierta a Kratia y salgamos de México en este momento, ¡por favor! —Le supliqué entre sollozos.

Rosa me mira con temor y deja de cuestionar, empacamos lo más básico; sin despertar a la niña, la tomo en brazos y cogemos un taxi al aeropuerto.

Al llegar, observo cómo se dirige hacia mí la médica que se encontraba en la cruz verde:
—Adrià, lo lamento mucho, tendrás que escoger ahora entre la vida de ellas o tu vida, esa es la condición.
—¿Por qué tuve que vivirlo de nuevo? —entre llanto, murmuro y observo a la mujer vestida de blanco, ella sólo sonríe compasivamente.

No entraré al aeropuerto, me dirijo con mis mujeres:

—Rosa, no me regresaré.
—¿Te quedarás a cubrir la manifestación? ¡Piensas mandarme sola con tu madre!
—Tranquila, no pasará nada, ¡Venga ya! que os dejará el avión
—Papi, ¿no irás con nosotras?
—No nena, cuida de mamá ¿Vale? Te quiero mucho mi niña— le doy un beso a mi pequeña y a mi mujer y escapo sin mirar atrás.

DIARIO BARCELONA.- «Repatriarán los restos de  Adrià Novell» (Barcelona, 4 de octubre de 1968) Los restos del aclamado periodista Adrià Novell, fallecido, durante las revueltas estudiantiles el pasado 2 de octubre en la Ciudad de México, serán repatriados para un funeral que se llevará a cabo en la provincia de Figueres, de donde era originario…

***

Barcelona, Plaza de George Orwell, 49 años después...
—Oriol amor, ¿Ya estás listo para ir a votar?
—Kratia, me ha llamado el Jaume, me ha dicho que la guardia civil tiene acordonada la zona.
—Venga ya, tenemos que votar, defendería la democracia aunque me costara la vida, la llevo en el nombre y en el recuerdo de mi padre.




En conmemoración a las víctimas de las represiones: estamos en un mundo donde la realidad supera la ficción y no es necesaria la descronización para presenciar retrocesos en la democracia y en la libertad.
 

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