Graciela Fernández

Graciela Fernández, es tapatía, sin marido, sin hijos; en la cincuentena la flor de la vida. Profesora de Lectura analítica. Promotora de lectura. La versión femenina de Don Quijote, lee de claro en claro y turbio en turbio. Obvia merodeadora de los textos. Cuentera por naturaleza y ágrafa por resultado.

En sus propias palabras:

  

“Me definí como ágrafa, porque no tengo una escritura que brote de una necesidad de escribir para alguien o algo. Tampoco tengo un universo imaginario que deba ser anclado en un texto. Me regí hasta ahora por la fuerza de la oralidad. La muerte de Aurelio me llenó de dolor y me obliga a recentrar mi vida, mis sentimientos, mi relación con el mundo y con la palabra. Escribo para drenarme, para dejar fuera y lejos de mí ese dolor. Me responsabilizo de lo escrito y no me importa si está bien, mal o peor. Anhelo el dolor de desangrarme. Aurelio está bien y no volverá, porque pertenece a un reino que no conozco, que no puedo tocar y del que no existe retorno. Escribo en la continuidad de la existencia, con un amor presente a pesar de la ausencia y la vida cumplida. Aurelio: Escribo para sanar, para cerrar el duelo, para decirte estoy de acuerdo. Adiós. Porque tú no estas escribo”.
 

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